Ah! , las redes sociales. Esa herramienta tan particular que ha llegado
a ser tanto una bendición como una maldición para nosotros los dinosaurios del
siglo XX.
Hoy nuestros hijos ya nacen con el “chip” integrado y
mientras ellos “twitean”, “facebookean” y hasta “blogean”, nosotros estamos
aquí, luchando con la vida y las circunstancias para que ellos no se den por
enterados que nosotros, no tenemos ni la menor idea de lo que está pasando a
nuestro alrededor.
Tomemos por ejemplo el “chateo” ya no tan popular pues
se ha visto reemplazado por el “texteo”, pero para efectos de familiaridad,
utilicemos el bien conocido ejemplo del chateo.
Los dinosaurios del siglo XX recordaran que hasta hace
relativamente poco tiempo para nosotros, la forma convencional para aumentar
las probabilidades de conocer esa alma gemela era un “discoparty”, la
discoteca, la iglesia o un amigo de un amigo. Finalmente, nos convertimos en
forjadores del futuro cuando entramos a la red de internet y comenzamos a navegar
por el espacio cibernético.
“Ay mísero de mí”, como diría Segismundo, ¡que
equivocados estábamos! No nos convertimos en forjadores del futuro, yo diría
que más bien nos convertimos en machucadores del ayer. Y así tratando de portarnos como gente “cool”,
empezamos nuestra peregrinación a un mundo nuevo, desconocido y difícil de
entender.
Entonces comenzamos a “chatear” y ya la vida no fue
igual. Salíamos corriendo de la
universidad o el trabajo para encerrarnos con aquellas computadoras gigantescas
a conocer gente interesante y triunfadora que ponían sus mejores perfiles a la
disposición de nosotros para compartir y entablar conversaciones.
Debo confesar que conocí a mi príncipe azul o alma
gemela por lo menos una veintena de veces.
Y es que a fin de cuentas el papel aguanta todo lo que tú le escribes,
bueno en este caso es la computadora la que aguanta.
Y es que en tan novedosa moda del “chateo”,
herramienta que podíamos utilizar para expandir nuestros horizontes, lo que
expandimos fue nuestra locura al pretender encontrar la pareja ideal, nada más
y nada menos que por internet. En esa
carrera contra el tiempo, olvidamos por completo que de la misma forma que
maquillábamos nuestra verdad, del otro lado del monitor la persona que chateaba
con nosotros hacía lo mismo. De manera
que esos príncipes azules que parecían de puro cuento eran eso mismo, puro
cuento.
¿Que para que les cuento? Simple, para que no caigan de lo que no
son. Ayer era el “chateo”, hoy el “texteo”,
pero no importa el nombre que le pongamos ni cuan enterradas podamos tener
nuestras narices en el aparato, nada mejor que una buena conversación cara a
cara.
No comments:
Post a Comment