Muchas veces la vida nos
presenta situaciones y nos sentamos a escribir un “bucket list” o lista de las
cosas que queremos hacer antes de morir.
Sin embargo, estamos tan ensimismados en lo que queremos hacer que no
nos damos cuenta de lo que ya hicimos y de cosas que a menudo disfrutamos y que
pasan desapercibidas.
Bien lo dicen por ahí, el
pasado no vuelve, el futuro es incierto, por lo tanto, el presente es lo que
importa.
¿Por qué digo todo esto? Es que últimamente me encuentro reflexionando
sobre mi vida y todo lo que me sucede. A
veces siento que no he logrado alcanzar mis metas y eso me pone triste. Siento que la vida se va poco a poco y cada
vez es menos el tiempo que me queda para borrar todos los asuntos pendientes de
ese “bucket list”.
No veo mal la idea de
tener un “bucket list”, siempre
y cuando estemos enfocados en lograr cada una de las metas y actividades que ahí
escribimos, porque si solo las apuntamos y vemos las cosas como un sueño
lejano, entonces no es un “bucket list”, es más bien una lista de sueños que no
piensas cumplir.
Hace unos días mientras hablaba con una amiga de muchos
años, me di cuenta de que aunque este no es un momento ideal en mi vida, debo
estar siempre contenta y agradecida a Dios porque mi “bucket list” está casi
completado.
No sé exactamente cuando fue que crecí y me convertí
en una adulta que necesita un “bucket list”,
a fin de cuentas, todos sabemos que tarde o temprano vamos a “kick the bucket” o
como diríamos en buen español “estirar la pata.”
Pero esto no es para poner triste a nadie, al
contrario, esto es para analizar las cosas maravillosas que hacemos día a día y
que nos pasan de frente sin darnos cuenta.
Yo vivo, respiro y siento todos los días de mi vida.
En mi juventud disfruté y estudié primero la escuela superior y luego la
universidad.
He visitado lugares que nunca tuve planeado ver.
He conocido gente hermosa que me ha hecho crecer.
Quería rescatar y rescaté. Quería ver nacer y vi. Quería cantar y canté. Quería escribir y escribí. Quería viajar y viajé. Quería amar y amé. Quería que me amaran y me
amaron.
Entonces ¿qué me queda ahora de mi “bucket list”? Eso es fácil, me queda toda una vida para
vivir y amar. Entre las cosas que me
quedan por hacer está, por supuesto, ver mis hijas crecer y seguir creciendo yo
como ser humano. Sin embargo, al final
del camino, sé que la vida es hermosa y el “bucket list” se vive, no se escribe.
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